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La resurrección de James Rodríguez en la Selección


James gritó al viento con una ira inusual en él. Acababa de fallar una nueva opción de gol. Lo intentó una, dos, tres veces en el mismo partido, y esa pelota rebelde no le quiso entrar. Se lamentó con furia. Hubiera sido el final perfecto. Soñado. Sin embargo, fue un final feliz. Colombia ganó con impotencia frente a Ecuador el pasado martes en la eliminatoria al Mundial de Rusia y James fue el arquitecto de ese triunfo. Por eso, pese a que el gol se le escabulló obstinadamente, terminó sonriente, emocionado, revitalizado.Fue como una resurrección. En ese partido contra Ecuador y en el anterior contra Bolivia, en la altura de La Paz, James pareció recuperar su esencia. Él, que tocó la cima del fútbol con un mundial espectacular en Brasil –máximo goleador con seis tantos–, con la llegada al Real Madrid y su consolidación con una primera temporada genial, ha vivido meses hostiles. Ha padecido la crítica despiadada, ha sentido en carne propia la presión de jugar en el Madrid, ha tenido lesiones, ha perdido su mejor condición física y futbolística. Ha soportado la suplencia, los silbidos de la exigente afición blanca, hasta las ofensas. Pero James, que solo tiene 24 años, es capaz de resurgir, tiene el talento, la pierna izquierda prodigiosa, la inteligencia en el césped. James siempre puede regresar y recordar que es James Rodríguez.(Además: 'James aquí está feliz y tiene el cariño de todos': Zidane)Enfundado en la camiseta amarilla, que pareció la más inquebrantable de las armaduras, James volvió. Afrontó estos dos partidos con coraje y decisión, como si en verdad fueran necesarios para su reivindicación. En La Paz jugó con inteligencia. Quienes le pidieron que ese día, a 3.600 metros sobre el nivel del mar, corriera más, que marcara más y que se exigiera más, obviaron lo más importante: que James estaba ahí porque tenía otras tareas, porque no se iba a desgastar en un par de maratones innecesarias. Hizo un gol, el primero. Hizo un pase gol, el segundo. Y en sus pies se gestó el tercero. Colombia ganó 2-3.

Luego vino la batalla de Barranquilla. Había mucha expectativa, un tanto temerosa, porque se trataba de enfrentar al líder de la eliminatoria, a Ecuador. Lo sorprendente fue que Colombia salió al césped con mucho aire en la camiseta, a devorar a su rival, a no dejarlo respirar. Los once elegidos por José Pékerman bailaron al ritmo que impuso James, el ‘10’, el capitán, que fue más líder que nunca. Corrió incansable, bajó a zona defensiva a pedir la pelota con autoridad, como para dejar sentencia de que él sería la aduana, de que todos los balones pasarían por sus pies, de que él se encargaría de organizar, de guiar, de empujar.

Estuvo presente en dos jugadas decisivas. Y ninguna fue efímera; quedaron en el recuerdo eterno. Su pase genial y preciso a Bacca para que anotara el primero. Su pase aún más genial a Juan Guillermo Cuadrado, mandando la pelota entre los desconcertados rivales, para que él buscara a Bacca y llegara el segundo. Colombia ganó 3-1.

(Lea aquí: Zidane no pondría a James Rodríguez en el clásico contra Barcelona)

También debieron quedar en la memoria colectiva las tres ocasiones claras de gol que tuvo y que falló. Como esa carrera esforzada por la zona izquierda, en diagonal al arco, dejando en el camino a su impotente marcador, para encarar al portero y patearle. La pelota no entró, pero ¿quedó duda alguna de la exigencia física de James en semejante carrera? ¿Acaso pateó mal, displicente o errado? La pelota tenía destino de gol y no quiso entrar. El arquero la desvió de milagro. James, entonces, liberó su grito de rabia inusual, con un insulto al viento. Luego apretó los labios y miró, incrédulo, a su alrededor, buscando una explicación.

En la otra oportunidad, él inició la jugada, la sociedad con Cuadrado, y cuando estuvo solo frente al arco no dudó en patear en el momento justo, esta vez al palo derecho mientras el portero volaba al izquierdo. La atajó, increíble, con sus piernas. James desesperaba. Su reacción era de incomodidad. Tuvo una más. Tras dos amagues y a pase de Bacca –su cómplice perfecto–, su remate pasó zumbando el travesaño. Era gol y otra vez el azar del fútbol –y el guayo un tanto por debajo de la pelota– se lo negó. James volvió a mirar al arco, y su rostro dibujó frustración. Quizá pánico. El partido seguía 1-0. Fallar tanto podría haber tenido consecuencias. No las hubo. Colombia ganó bien. James orquestó la victoria. Solo le faltó el gol. Lo quería. Lo buscó. Por eso su desahogo furioso en cada intento fallido. “Quería hacer gol, pero el portero estuvo bien. Lo mejor es que sacamos los tres puntos”, dijo al final del juego, resignado, aunque con alegría. Satisfecho, porque cumplió.

(También: Tres claves del gran rendimiento que tuvo James con la Selección)

Colombia ganó un partido vital, también el de Bolivia, donde James sí anotó con su poderosa pierna izquierda. Fueron seis puntos de seis jugados. La Selección se encaminó de nuevo en la eliminatoria, llegó a 10 puntos, recuperó su jerarquía, su mejor fútbol, dejó una impresión optimista rumbo al Mundial de Rusia, y James volvió, recuperó su esencia.

No había tenido un desempeño tan importante en el arranque de la eliminatoria. Se perdió los primeros juegos contra Perú y Uruguay, por lesión. Reapareció en la visita a Chile y anotó el gol del empate 1-1. Pero le faltaba mostrar ese peso en el equipo, como el que tuvo en la pasada eliminatoria, en el Mundial de Brasil, o el que le faltó en la Copa América. Su reivindicación llegó en un momento ideal, justo cuando las críticas más lo absorbían.

Por todo eso, el término del partido con Ecuador y de la doble fecha eliminatoria fue un final feliz; su evidente resurrección en la Selección. Aunque insuficiente en el Real Madrid. Allí sigue sin ser el James de antes. Pero es que no depende solo de él. Por eso a veces estalla, porque quiere jugar y no es tenido en cuenta, porque en algún momento perdió la titularidad y no la ha podido recuperar. Su heroica paciencia no le da para soportar tanto.

El desahogo, el lunar...

James estaba radiante. No era para menos. El partido con Ecuador acababa de terminar y la victoria era suficiente motivo para su felicidad. En declaraciones al Canal Caracol, que transmite los partidos de la Selección, continuó con su desahogo, que ya no era en la cancha, con su fútbol, con su magia, sino con palabras. “¿Por qué se le vio mejor en su rendimiento?”, le preguntaron. “Porque juego, y cuando uno juega y tiene apoyo de todos es vital”, respondió James, mientras era ovacionado por el público de Barranquilla. No dijo nombres, no dio detalles, pero su frase la entendió todo el mundo. Fue su forma de expresar la incomodidad que ha vivido en los últimos meses en el club español, relegado a la desesperante suplencia. No fue calentura. Más tarde, en la zona mixta, reposado, mesurado y alegre, volvió a la carga: “Cuando uno juega y tiene apoyo es más fácil”, insistió, sin medir las consecuencias de su catarsis.

No es la primera vez que James se desahoga así. En la era del extécnico Rafa Benítez, después del partido amistoso de Colombia con Perú, en septiembre pasado, también lanzó críticas indirectas. La reciente declaración jugó en su contra peor que el arquero ecuatoriano que evitó su grito de gol. Generó todo tipo de reacciones en España. “El Madrid se cansa de James”, tituló el diario ABC en su edición web, en un artículo en el que asegura: “El club madrileño se ha cansado de esta reacción tan negativa del tercer fichaje más caro de la historia de la entidad”. Diario as publicó un artículo en el que afirma que al Real Madrid le cayeron muy mal las declaraciones del futbolista. Y agrega: “El club tampoco olvida que en esta su segunda temporada, (James) haya pedido un aumento de sueldo cuando su rendimiento este año no ha sido el más adecuado”.

Las declaraciones del jugador terminaron pesando más que su formidable desempeño con la selección. Pese a eso, el DT Zidane, como lo ha hecho otras veces, lo respaldó. “Está feliz aquí y comprometido. Luego, cuando uno piensa que no va a jugar, es complicado porque quiere jugar siempre, sentirse importante. Al final es lo normal porque vas con la selección y te dicen cosas, pero aquí tiene el cariño de todos”, dijo Zidane el pasado viernes, aunque este sábado no lo tuvo en cuenta ni un minuto en el partido contra el Barcelona. Lo dejó, listo y expectante, en el banco de suplentes.

Una posible razón es que Zidane tiene un esquema en el que James, por sus características, no parece encajar. El diario El País de España lo explicó coherentemente. “Si James no juega de inicio en el Camp Nou es porque Zidane, como le sucedía a Benítez, no se figura un Madrid tácticamente equilibrado con James, Bale, Benzema y Cristiano en la misma alineación”, así dice un artículo del viernes titulado ‘James está en plena forma’.

Al menos con la armadura amarilla ya pudo demostrar que lo que necesita es jugar, que su nivel está intacto, que físicamente está en 10 puntos, que es el hidalgo del equipo, un paladín fundamental que además hace goles, y que cuando no los hace, aparte de enojarse, es decisivo en el arte de antecederlos. James acaba de vivir una resurrección en la Selección. Fue su mejor grito de desahogo.

PABLO ROMERO Redactor de EL TIEMPO @PabloRomeroET

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