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Con gol de Ronaldo, Real Madrid le ganó a Barcelona 1-2 en el Camp Nou


Al comienzo parecía que iba a ser el mismo clásico de siempre, o por lo menos como el pasado, con el aplastante dominio catalán, con la esmerada cautela merengue para evitar una debacle como aquel 0-4 reciente. Pero el de este sábado, en el propio Camp Nou, fue muy diferente. Real Madrid fue superando complejos, disimulando sus temores –si los tenía–. Irrespetó al Barcelona en su casa y lo venció 1-2. Le quitó un invicto de 39 fechas. Cobró venganza de la mejor manera. Y por fin, durmió tranquilo después de un derbi.

Y parecía que iba ser más de lo mismo por ese arranque tan predecible. Las reiteradas faltas feroces de Pepé y de Ramos. La amenaza obvia cuando Messi tomaba la pelota. La lucha casi solitaria de Cristiano Ronaldo. El Real Madrid retrocediendo con nerviosismo. El Barcelona tratando de imponer su toque-toque calculado y letal. Y James en el banco, ahí se quedó... Pero el clásico deparaba otra historia.

Barcelona no tuvo el dominio de siempre. Si acaso, fue un dominio normal a su inherente juego. Falló goles improbables, como uno de Luis Suárez, a quien la pelota, a pase de Neymar, en solo 9 minutos de juego, se le engatilló entre las piernas. Falló el pistolero. Messi, que amenazaba de nombre, no tuvo el protagonismo habitual. El equipo, que es superlíder de España, y que siempre es tan invencible, careció de su magia. Ni el homenaje a Johan Cruyff –con un mosaico, con aplausos en el minuto 14, por la camiseta que usaba– le devolvió su esencia.

Sin embargo, comenzó ganando. Fue solo en la segunda parte en un tiro de esquina que esperaba atento el defensor Gerard Piqué, quien se liberó de la marca de Pepe y conectó la pelota con un cabezazo de martillo, haciéndola picar en el pasto. Cuando Pepe reaccionó el balón ya estaba adentro y Pique corría endemoniado en su festejo, mientras el Camp Nou lanzó un grito que debió aturdir a todo Madrid.

Sin duda, el clásico, en 56 minutos de juego, parecía que iba a ser catalán. Que después del primer gol llegaría en avalancha otro y otro. Y que el equipo recuperaría su magia y su dominio. Pero es que en frente estaba un Real Madrid herido, con necesidad de limpiar su orgullo, de propinar una gesta en Barcelona.

El Madrid había tenido hasta ese momento un partido de muchos temores. Cristiano luchaba muy solitario. Benzema, el artillero letal, lucía inofensivo. En el primer tiempo, en su mejor opción, mandó el balón a la última bandeja del Camp Nou. Pero Benzema solo afinaba su puntería.

Solo habían pasado seis minutos desde la celebración catalana y el público seguramente saboreaba una nueva victoria ante su archirrival. Fue cuando Marcelo hizo una veloz expedición al campo rival, tocó el balón para Kroos y Kroos buscó, como de memoria, a Benzema. El delantero ya tenía la puntería lista y además la adornó con una acrobacia. Cuando le llegó el balón, que superó a Piqué, se lanzó de media chalaca. Fue un golazo. 1-1.

El empate parecía un marcador justo. Por lo poco que brillaba el Barça. Por lo mucho que se esmeraba el Madrid. Pero el equipo blanco seguía herido. Más cuando el árbitro anuló sin explicación un gol a Bale, quien saltó por encima de Jordi Alba y anotó de cabeza. Al parecer el juez vio –o le indicó su asistente– una carga ilegal. No se vio. Los jugadores de blanco protestaron en manada. No era para menos. Hacerle un gol el Barcelona es una tarea titánica, y que se lo anulen mal, da para todo lamento. Dos minutos después Ramos pateó, por enésima vez a Suárez, y vio la justa tarjeta roja. El Madrid podía presentir lo peor.

Quedaban menos de 10 minutos. Con un hombre menos. Con el golpe del gol mal anulado. Pero curiosamente, los jugadores locales parecieron atascados en el césped, sin reacción –la esencia de Cruyff estuvo ausente–. El Madrid se percató de eso y aprovechó, atacó sin temores, al todo o nada. Quería la victoria. Lo intentó unas tres veces seguidas. Hasta que Bale puso la pelota de derecha a izquierda en el segundo palo. Dani Alves no pudo rechazarla de cabeza, lo sobró, y cuando volteó a mirar estaba detrás su peor pesadilla: Cristiano Ronaldo. El delantero, hasta ese momento en deuda, bajó la pelota con el pecho, hizo un amague, y fusiló al portero Claudio Bravo para cobrar venganza.

El festejo fue eufórico. Pese a que el club blanco sigue a kilómetros de su rival –a 7 puntos–, y que hace rato resignó la Liga, ese triunfo lo necesitaba por honor. Además, quedó revitalizado para seguir su marcha en la Champions. Real Madrid sobrevivió al clásico, lo hizo diferente.

Síntesis

Barcelona: Bravo; Alves, Piqué, Mascherano, Alba; Busquets, Rakitic (Arda Turan, min.73), Iniesta; Messi, Neymar y Luis Suárez.

Real Madrid: Keylor; Carvajal, Pepe, Ramos, Marcelo; Casemiro, Modric, Kross; Bale (Lucas Vázquez, min.90), Benzema (Jesé, min.78) y Cristiano.

Goles: 1-0, min.56: Piqué. 1-1, min.63: Benzema. 1-2, min.84: Cristiano.

Árbitro: Alejandro José Hernández Hernández. Mostró cartulina amarilla a Sergio Ramos (min.10), Carvajal (min.17), Luis Suárez (min.27) y Mascherano (min.28). Expulsó a Sergio Ramos (min.82) al ver la segunda amarilla.

Incidencias: partido correspondiente a la trigésima primera jornada de la Liga disputado en el Camp Nou ante 99.264 aficionados, que llenaron el estadio azulgrana. En los prolegómenos del partido, un mosaico de 90.000 cartulinas homenajeó a Johan Cruyff, fallecido la semana pasada a los 68 años.

PABLO ROMERO Redactor de EL TIEMPO @PabloRomeroET

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